O 3 R A S DEL AUTOR:
Concepción católica de la Política, 1932 (agotada).
Concepción católica de la Economía, 19'ib.
El Jacio, í. 936 (2*. edición, 5 c \ millar).
Entre la Iglesia v el Reich, 1937.
Los tres pueblos bíblicos, 193”.
Qué saldrá de la España que sangra, 1937.
Un juicio católico sobre los problemas nuevos de la
política, 1937.
En preparación:
2*. edición (corregida y aumentada) de:
Concepción católica de la Política.
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JULIO M E I N V I E L L E
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CRISTIANDAD
Apuntes para una filosofía ¿e la historia
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CON LAS LICENCIAS NECESARIAS
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Porque su poder es un poder
eterno, y su reino de genera-
ción en generación. Y todos
los moradores de la tierra de-
lante de Él son reputados como
nada: porque hace según su
voluntad así en las virtudes del
cielo como en los moradores de
la tierra: y no hay quien resis-
ta a su mano, y le diga; ¿Por
qué lo has hechor (Daniel IV,
31 y sig.).
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HACIA LA CRISTIANDAD
El criterio para formular un determinado
juicio sobre un movimiento, debe fundarse
en el fin bacía el cual se orienta. Todo movi-
miento no es puro resultado de fuerzas que
obran ciegamente sino de la atracción que
determinados fines, vivientes en alguna in- •
teligencia, ejercen sobre los móviles. El
mundo vive en perpetuo movimiento por-
que son infinitos ios móviles que en él se
agitan; pero no es de imaginar que el 'mun-
do se mueva al azar, sin principio ni fin,
entregado al puro choque de las fuerzas en
juego.
Una ley preside la actividad de todas las
fuerzas que operan en el mundo y fue
enunciada por un enviado de Dios con tres
luminosas ráfagas de su inspirada palabra:
9
Dios escribe en ella este nombre augusto,
que es sobre iodo nombre : para que al nom-
bre de Jesús se doble t oda rodilla de los ¿que
están en los cielos, en la tierra, y en los in-
fiernos. (San Pablo, a los filipenses II, 9 Y
sigi).
La historia en ronces ha de ser cristiana
porque ha de proclamar a Jesucristo, Rey
de las naciones.
Cuando se considera el desarrollo de los
hechos humanos, la desviación v rebeldías
j f'
de ios pueblos de los caminos divinos, se
siente uno inclinado a creer que son los
hombres quienes, burlando los soberanos de-
signios de Dios, tejen a su antojo la trama
de la historia. •
Pero esta creencia se funda en una mira-
da fragmentaria, superficial y despropor-
cionada de la realidad histórica. Es como
quien mirase por el reverso un maravilloso
gobelino.
No hay duda que- sí Dios escribe el nom-
bre de Cristo sobre los infinitos aconteci-
mientos humanos, este nombre lo leeremos
Cuando a Él le plazca convocarnos para su
lectura. Será esto en el juicio -solemne de
los pueblos cuando venga el Hijo .del Hom-
bre en la Majestad de. las nubes. Y esa lee-
tura ha de ser plena y definitiva para cada
pueblo y para cada hombre.
- Pero mientras tanto, aunque no podamos
lograr una lectura tan perfecta, no se si-
gue que cada cual esté facultado para no
leer nada o leer lo que le venga en ganas.
Una filosofía de la historia es necesaria al
hombre y ésta no puede dejar de ser cris-
tiana. Por limitado que sea nuestro conocí- i
miento de la trayectoria de los aconteci-
mientos históricos, (limitación que se deja
sentir en mayor o menor grado en todos ios
conocimientos humanos) no- puede éste
. desenvolverse sino teniendo en cuenta la
' comunicación de los designios divinos for-
mulados por Dios al hombre y de los cuales
es depositaría la Santa Iglesia. —
Esta palabra de Dios se contiene en los
libros canónicos del Antiguo y Nuevo Tes-
, tamento y en la tradición oral; tanto la
tradición escrita como la oral está confia-
da al Magisterio de la Iglesia, cuya boca
infalible es el Romano Pontífice.
Una filosofía de la historia si quiere ser
verdadera no debe contradecir la más mí-
nima verdad de este Sagrado Depósito y el
filósofo prudente no dejará desperdiciar la
luz que esta divina verdad arroja sobre el
13
lí-rsrí» tUtjmrx ;i-»ta T T r V iwv j»> ar
su cristo y a Dios como se hizo en la Revo-
lución francesa, ella permanecía en píe.
Desde entonces hasta ahora, la Cristiandad
ha desaparecido. Queda, sí, la Iglesia con su
poderosa organización externa dilatada por
todo el orbe y con su poderosísimo dina-
mismo interno que quiere incendiar el mun-
do en la caridad de Dios.
¿Logrará la Iglesia vencer las ingentes
resistencias que en el corazón de los pue-
blos se oponen a su acción? . ¿Logrará con-
vertir al mundo en Cristiandad? He aquí
el problema planteado.
Y quisiera que su solución saliera de la
consideración atenta del momento que es-
tamos viviendo. Porque "el preciso momen-
to” que vivimos, por fugaz que pueda apa-
recer, de tal modo está cargado de una
fuerza impresa en el pasado que actúa so-
bre los individuos y grupos sociales presen-
tes, condicionando sus posibilidades, que
también condicionan el futuro, que, si en
parte es obra nuestra, en parre aún mayor
es dado por un complejo de circunstancias,
todas ellas dirigidas por la mano de Aquél
que dirige las naciones sobre la tierra . (Sal-
mo LXVI, j) .
. Creemos en la <f lógica” de la historia; 'no
una lógica por cierto descarnada, sino com-
plejísima como la de todo ser vivo, actuada
por infinitos determinantes, pero lógica al
fin. porque nada acaece sin estar sabiamen-
te preparado de antemano.
Sin duda que la inteligencia que lee en
los hechos históricos, buscando de desentra-
ñar su sentido, debe atender, si no quiere
equivocarse, a estos infinitos determinantes,
y ello no es posible en forma adecuada sino
tan sólo a la Inteligencia, capaz de pesarlos
todos en su justo valor y medida; pero, en
un sector limitado, puede la inteligencia
humana, rectamente aplicada, de tal suerte
adentrar y profundizar que alcance a vis-
lumbrar las líneas esenciales de un futuro
no muy remoto.
El momento actual
La tarea presente consiste en ubicar el
momento actual para captar todo su con-
tenido histórico, lo cual no es posible sino
comparándole con los momentos preceden-
tes.
17
• Estas diversas . concepciones de la vida
que logran adeptos indistintamente en un
mismo pueblo y aun en un mismo grupo
social y hasra en una misma f amiba, se con-
cretan particularmente en determinados
países que vienen a. constituirse como pun-
tos de propulsión del movimiento en todo
el mundo. Y así tenemos a Inglaterra como
campeón del burguesismo, a. Rusia como
foco del comunismo y a Alemania como a
heraldo del nacionalismo.
Entre tanto, el mundo eslavo se despierta
bajo la égida de Rusia; el mundo germano
se siente predestinado a dominar la tierra;
Inglaterra y su satélite Francia, baluartes del
liberalismo, se derrumban; el Japón enca-
beza la marcha de los pueblos asiáticos;
Estados Unidos, con sus arcas repletas del
oro de la tierra, se apresta a defender su
vacilante existencia; los judíos que estaban
dando término a su tarea secular de con-
quistar el orbe, son desalojados drástica-
mente de todas sus posiciones; y así mien-
tras en el orden internacional todo entra
en ebullición, en el orden interno de los
Concepción católico de ¡a Economía, Un juicio cetóíico
sobre los problemas nuevos de le Poli tica y Loe tres pee -
bles bíblicos.
20
pueblos’ y de los grupos sociales, en la po-
lítica, en la economía, en las costumbres,
en las artes y en las ciencias, todo también
se agita y convulsiona.
Caracteres del momento actual
Para apreciar en su amplitud el alcance
histórico de los fenómenos denunciados ob-
servemos en primer lugar su carácter de
universalidad , es decir, que asi como el teo-
centrismo, o el naturalismo o el burguesis-
mo son fenómenos relativamente universa-
les, o sea que, en su momento, afectaban
por igual a todos los pueblos de ía tierra,,
así también este estado de convulsión afecta
por igual a todos los pueblos y a todas las
actividades de cada pueblo.
Observemos en segundo lugar cómo en
un área histórica relativamente reducida
que apenas comprende veinticinco años,
tienen lugar acontecimientos tales que cada
uno de ellos sería suficiente, en otra ¿poca,
para llenar un siglo. Guerra europea, revo-
lución comunista de 1917, advenimiento
del fascismo, revolución nacional-socialista,
revolución española, guerra de los estados;
21
burguesa o en, la barbarie comunista, se
efectuaría esto tan ‘'contra corriente" que
no podría durar mucho tiempo. Porque es
evidente que ese estado si llegara a introdu-
cirse por la fuerza como pretenden entro-
nizarle los regímenes políticos, ni sería su-
perior, ya que nos privaría del bien humano
de la libertad, ni sería durable porque sólo
lo connatural puede serlo.
C Pero si se quiere introducir un estado
superior, que remonte la fuerza de decai-
miento que arrastra a la humanidad y que
este estado sea connatural a los pueblos, es
necesario entonces someter a éstos a una
severísima prueba de purificación que des-
truya toda esa espesa costra de perversión,
y rebeldía acumulada en cuatro siglos de
historia y dejarles en conformidad con este
I estado nuevo superior. Pero ese proceso de
’ purificación que, como veremos más ade-
lante es imprescindible, si ha de revivir la
Cristiandad, como esperamos, no puede ve-,
rificarse sino a costa de terribles tribula-
ciones, proporcionadas a la carga maléfica
de desviaciones que pesan sobre el hombre,
y estas obran no física sino psíquicamente ,
es decir, por los sentidos y las facultades
psíquicas. De donde deducimos que este
24
estado no podría prolongarse más allá de
veinticinco años, o sea el tiempo que actúa
en la vida una generación, porque los hom-
bres vivirían de buen grado en el orden,
mientras anduvieran bajo la obsesión de las
tribulaciones pasadas; pero tan pronto este
recuerdo activo y vivo se perdiera, la vida
de licencia y rebeliones retornaría, reagra-
vada con el empuje de aquellos años de con-
tención.
Es decir, que si se produce una interrup-
ción en el proceso descendente de la his-
toria, durante la cual tiene lugar un perío-
do de paz y de tranquilidad, (una Cristian-
dad, por ejemplo, como un- monte sobre ese
extendido y dilatado plano descendente), no
hay que imaginar que toda la fuerza que la
humanidad traía, buena O mala, se pierda;
podrá apenas interrumpirse y esta interrup-
ción durará tan sólo mientras exista I2 causa
que la produce y en este caso, mientras sub-
sista la imagen viva de ios castigos sufridos.
No hay duda que la Causa. Primera que
ha hecho al hombre podría, si quisiera, mu-
darle totalmente en el momento que le plaz-
ca e iniciar un nuevo y largo período de I3
historia humana. Pero como Dios obra con
sabiduría no interviene sino proporcional- >
25
tecido en los cuatro siglos anteriores. Por-
que entonces ha habido, es cierto, el choque
de tuerzas, oue es inevitable en todo con-
junto de seres vivos y que es lo vulgar-
mente denominado lucha por la vida; pero
esta lucha, o bien se hacia por motivos lo-
cales o circunstanciales -'"dentro de la ho-
mogeneidad de tendencia que caracterizaba
la vida o el siglo- — o era la lucha inevitable
de las fuerzas de un mismo plano descen-
dente como aconteció en la Reforma o en la
Revolución francesa. Pero ahora, la lucha se
entabla universa Im ente, y universalmente
en cada punto del globo y no entre dos
fuerzas de un mismo plano descendente que
en este caso serían el burguesismo y el co-
munismo, sino entre tres y aún cuatro
fuerzas universales antagónicas. El momen-
to actual es entonces, por lo que tiene de
mayor interés para nuestro estudio, univer-
satinen te co n vuhivo .
La Iglesia y su dinamismo de
DOMES: ACIÓKT UNIVERSAL
Pero alguno preguntará, ¿qué alcance
puede tener eí hecho de la convulsividad
del momento actual? ¿Puede revelarnos al-
go la ruptura, acaecida en 1914 , del proceso
de homogeneidad que desde hacía cuatro
siglos caracterizada al mundo?
No podemos dar a esto una respuesta
suficiente si no reflexionamos antes en la
transcendencia histórica de una verdad .in-
eludible. Hela 2 quí : existe en la tierra una
institución universal, fundada por Dios,
llamada Iglesia Católica, Apostólica, Roma-
na que tiene como destino la dominación
espiritual de todos los pueblos.
No es menester traer aquí los fundamen-
tos teológicos de esta verdad, tan admira-
blemente expuestos por S. S. Pío XI en su
encíclica sobre la Realeza, de Cristo y mu-
cho menos aducir los fundamentos apolo-
géticos.
Pero es menester, para católicos y no ca-
tólicos, poner de relieve la fuerza histórica
viva de esta verdad. Porque si. Jesucristo es
Dios y Cristo ha fundado la Santa Iglesia
con este destino que debe realizarse en el
tiempo, es evidente que la Santa Iglesia de-
be ser considerada por el historiador que
no quiera equivocarse, con esta fuerza ope-
rativa gigantesca que logrará su objetivo,
a pesar de todos los pesares y contra la mis
fueron criadas todas las cosas , que hay en
los cielos, y en la tierra., las visibles, y las
invisibles , ahora sean tronos , o dominacio-
nes, o principados , o potestades: todas fue-
ron criadas por Él mismo, y mi Él mismo:
Y Él es ante todas las. cosas , y i odas subsis-
ten por Él (Col I. 15 y sigs.) * A/ cual
constituyó (Tbios') heredero de todo (Hebr.
í, 2) . En los días de Él nacerá justicia, y
abundancia de paz : hasta que sea quitada
la luna. Y dominará de mar a mar : y desde
el río hasta los términos de la redondez de
la tierra (Salmo LXXI, / y sig. ) .
No puede, pues, sorprendernos que aquel
que es llamado por san Juan, rt Príncipe de
los Reyes de la tierra 7 ' lleve, como apareció
al apóstol en la visión apocalíptica "en su
vestido y en su muslo escrito: Rey de reyes
y Señor de los señores 77 . Puesto que el Padre
Eterno constituyó a Cristo heredero univer-
sal, es preciso que Él reine hasta que lleve, al
fin de los siglos, ci los ptes del Trono de Tbios
a todos sus enemigos (Pío XI en Quas
Primas) .
De los textos creemos que no sólo se de-
duce el derecho de Jesucristo a reinar espi-
ritualmente sobre todas las naciones sino el
ejercicio de este derecho. Debe llegar un
momento en que todos los pueblos de la fie-
rra reconozcan de grado la .suprema Realeza
de Jesucristo y se comporten como naciones
cristianas. Suponer orra cosa seria imaginar
que esa voluntad de Oíos con respecto ai
reinado de Cristo sobre los pueblos se ba
frustrado.
f-2 Cristiandad entonces debe realizarse
como un hecbo universal, Uo se diga que
este remado. de Jesucristo no ba de cumplir-
se en el plazo histórico nuestro sino fuera de
la Iglesia y de la historia. Porque aun cuan-
do pudiera ser cierta la tesis imlcnarísta que
sostiene que entre la historia y el juicio uni-
versal habrá un reinado de. Jesucristo de
mil años, en el que se cumplirán literal-
mente los testos mesíánicos de la Realeza
universal del Redentor \ no impide ello la
tesis nuestra, que es asertiva y no exclusiva,
nel remado espiritual dentro de la historia,
por el triunfo de la Santa Iglesia.
Creemos que Jesucristo debe reinar sobre
las naciones por el reconocimiento de la so-
beranía de la Iglesia y puede también, una
1- Sobre es ce tema
Liaemiis. por cí Pbrc
la uncitn de! Reino de
Oí me do, Buceos Aires.
véase : Apocchpseos Inierpet'crio
Rafael tyzaguirre. 1911. y Res-
Is'Oel. por ei Dr. Je sé Ignacio
19 3 / .
33
ibv>Tri;-’ T
expresado constantemente de mil diversas,
maneras, que agita con fuerza la acción de
los últimos pontífices, dando admirable uni-
dad a una actividad múltiple y fecunda.
Porque desde Pío IX basta Pío XII, vemos
a los pontífices romanos proponerse cons-
tantemente un único y supremo objetivo:
la restauración de todas las cosas en Cristo,
como decía Pío X, o la Faz de Cristo en el
reino de Cristo > según, la expresión de Pío XI,
o la paz (esto es la Cristiandad) obra de la
justicia y de la caridad , en frase de Pió XII b.
Las palabras con. que Pío XI comienza su.
encíclica sobre la Realeza de Jesucristo,
constituyen el lenguaje ordinario de rodos los
últimos pontífices.
En la primera encíclica que dirigimos —
dice — - una vez ascendidos al Pontificado, a
todos los obispos del orbe católico , mientras
indagábamos las causas principales de las
calamidades que oprimían y angustiaban al
género humano , recordamos haber dicho
claramente que tan grande inundación de
males se extendía por el mundo, porque la
mayor parte de los hombres se habían aleja-
do de Jesucristo y de su santa luz en la prac-
I. Ver nuestro írtícule Pcstor Ar.gtUcai en ei n 9 2
de la revista Se! y Lu.tC-
36
úca de su vida , en la familia y en las cosas
públicas; y que no podía haber esperanza
cierta de paz duradera entre los pueblos }
mientras los individuos y las naciones nega-
sen y renegasen el imperio de Cristo Salva-
dor. Por lo tanto , como advertimos entonces
que era necesario buscar la paz de Cristo en
si reino de Cristo, así anunciábamos tam-
bién que habíamos de hacer para este fin
cuanto nos fuere posible; *' en el reino de
Cristo ”, decíamos , porque nos parecía que
no se puede tender más eficazmente a la re-
novación y afianzamiento de la paz, sino
mediante la restauración del reino de nues-
tro Señor (Pío XI. Qua.s Primas) -
Además, las maravillosas encíclicas de los
últimos pontífices, coronadas por la insti-
tución de la fiesta de Cristo Rey, parecen
expresar el hondo presentimiento que anima
a la Iglesia de que no está lejano el día en
que el mundo pueda ordenarse otra vez
bajo el imperio de Cristo Rey.
De aquí que la doctrina y la acción de la
Iglesia nos dé derecho a afirmar que la con-
formación de las naciones bajo el cetro de
la realeza de Jesucristo puede ser una pronta
realidad.
37
Y ¿qué otro designio podrá ser éste sino
la dominación universal, de la Sania Iglesia
que en veinte siglos no ha podido cumplirse
aún?
Luego podemos afirmar que si se produce
un quebrantamiento del proceso histórico
regular no es sino para que se cumpla el des-
tino que le cabe a la Santa Iglesia de Jesu-
cristo de extender su soberanía espiritual de
un extremo al otro del orbe.
Y relacionando esto con otras enseñanzas
sagradas, podemos afirmar que esta inte-
rrupción se efectuaría para que se cumpla
aquella palabra de Jesucristo:
Y será predicado ate Evangelio del reino
por todo el mundo, en testimonio a todas las
gentes: y entonces vendrá d fin (Mateo
XXIV, 14).
, Es decir que la Cristiandad de que habla-
mos, o sea el reino de Cristo en la historia,
coincidiría con esta universal predicación
del sanco Evangelio.
También, podemos ver expresada esta in-
terrupción de la historia para sublunar la
Cristiandad en. la palabra "nondum statim”
del Evangelio de san Lucas, cap. XXI, ver-
sículo 9. Dice así:
¿0
mmm
Y cuando oyéreis guerras y sediciones , no '
os espantéis: porque es necesario , que esto
acontezca primero, mas no será inmedia- \
T AMENTE d fin (sed nondum siatim finís). í
Creemos que esta palabra nondum siatim
"no será Inmediatamente” significa no un
mero plazo de tiempo, sino la intercalación !
de un tiempo cíe otra especie y calidad; co- ;
mo si entre el estado de guerra y revolucio-
nes, que vendría a coincidir con lo que aquí
comprendemos por momento actual y que
también puede llamarse "tiempo de la pu-
rificación de las naciones” (que abarca pro-
bablemente 3 5 años — 1914-1949— , si he-
mos de creer a la Aparición de la Saleta) y
los otros hechos que Jesucristo entra a refe-
rir como precursores inmediatos del fin del
mundo, tuviera lugar una verdadera inte-
rrupción del curso regular de la historia por
una intervención especial de la Causa Pri-
mera, un repliegue hacia arriba en la línea
descendente de la humanidad, la aparición
de un hecho de calidad superior. En otras
palabras, un monte interrumpiendo ese pla-
no descendente: la Cristiandad, o sea Cristo
adorado y servido públicamente por todas ;
las naciones del orbe.
4!
rra, irá evolucionando hacia el paneslavismo
de Pedro el grande.
A alguien podrá extrañarle que a pesar
de esto, hablemos aquí de Rusia como foco
del comunismo. Pero la razón es clara: si
bien el comunismo propiamente dicho, ju-
daico y satánico, ha sido derrotado en el
suelo español, mientras Rusia mantenga su
configuración comunista y su imperialismo,
hay que temería como foco del comunismo,
porque en un juego de fuerzas, quedando
dueña de la situación, puede sembrar un
caos general, donde el verdadero comunismo
prenda.
Porque no hay que olvidar que el comu-
nismo ha podido ser derrotado como orga-
nización, pero no como estado espiritual,
heredero legítimo del burguesismo o demo-
Überalismo. Ahora bien, mientras no se es-
tabilice un orden que rompa la lógica de la
historia en el proceso descendente que vivi-
mos, el comunismo puede organizarse, esta-
blecer un foco central en cualquier parte
del globo y dominar el mundo. Y un avan-
ce ruso sobre Europa, desquiciada y desga-
rrada, puede ser una magnífica ocasión para
ello.
44
Este punto de vista, como se ve, dista del
de los que solidarizan la política rusa actual
con la de Alemania y del de los que piensan
que .el poderío ruso no merece tenerse en
cuenta. Rusia, creemos, quiere el fracaso de
la política deí Eje y quiere también el debi-
litamiento de Inglaterra. Su poderío es gran-
de, aunque no pueda medirse ni con el Eje,
ni con Japón. Pero en el caso de un grave
debilitamiento de Inglaterra y del Eje, puede
avanzar hacia Europa, imponiendo una con-
figuración económico-política francamente
comunista, como lo demuestra su acción en
los países recientemente anexados.
Observemos de paso que los judíos fraca-
sados en su tarea de imponer el comunismo
por la Tercera Internacional han hecho cau-
sa común con la política inglesa. No podía
ser d-e otra manera.
Es innecesario destacar la importancia
enorme que la expulsión de los judíos del
gobierno de los pueblos significa para la re-
construcción de la cristiandad.
Para quien conozca la mano judia en todo
el proceso de demolición de la sociedad cris-
tiana, como hemos expuesto en El Judío , se
le hará fácil comprenderla.
Hechas estas salvedades, consideramos es-
45
Imaginarse que Alemania pueda triunfar
en este su intento y con ello devolver la paz
a los pueblos significaría dar un desmentido
a las previsoras palabras de Pío XII:
"Pero dejemos el pasado y volvamos los
ojos hacia ese porvenir que. según las pro-
mesas de los poderosos de este mundo : una
vez que cesen los sangrientos encuentros de
hoy, consistirá en una nueva organización
fundada en la justicia y en la prosperidad.
¿Será ese porvenir en verdad diverso, y so-
bre todo será mejor? Cuando termine esta
guerra feroz , ¿los tratados de paz, el nuevo
orden internacional estarán animados de la
justicia y de la equidad hacia iodos , de aquel
espíritu que libra y pacifica, o serán por el
contrario una lamentable re petición de erro-
res antiguos y recientes ? Fundar la espe-
ranza de "un cambio decisivo exclusivamente
en el encuentro guerrero y en su desenlace
final, es vano, y la experiencia nos lo de-
muestra. La hora de la victoria es una hora
del triunfo externo para quien tiene la for-
tuna de conseguirla; pero es al mismo tiempo
la hora de la tentación, en la que el ángel de
la justicia lucha con el demonio de la vio-
lencia ; el corazón del vencedor se endurece
con demasiada facilidad ; y la moderación y
ÍS
la comprensiva prudencia Je parecen debí -
didad; el hervor de las pasiones populares ,
atizado por los sacrificios y sufrimientos
soportados, muchas veces anubla la vista aun
a los responsables y les hace descuidar la
amonestadora voz de la humanidad y de la
equidad, vencida o extinguida por el inhu-
mano'. ¡ay de los vencidos ! Las resoluciones
y las decisiones tomadas en tales condiciones,
correrían peligro de no ser sino injusticia
bajo capa de justicia”.
■ ¿Triunfa entonces Inglaterra? Triunfa
sí, en el propósito de hacer quebrar el na-
zismo, que es como una coraza de orgullo e
insolencia que tiene aprisionada a la noble
nación alemana.
Si Alemania sucumbe e Inglaterra pierde
el señorío del mundo ¿no se cernerá sobre el
mundo un peligro aún más grave, de que
Rusia, la del paneslavismo y del pan comu-
nismo, avance sobre el corazón de Europa?
Sin duda, esto es más que probable. Pero
¿entonces, no quedará entregado el mundo
a k barbarie moscovita, sucumbiendo defi-
nitivamente toda posibilidad de Cristiandad?
Sm entrar a particularidades, que estro no
está en la inteligencia del hombre prever,
creo que la actual lucha trabada entre In~
49
El núcleo de la Cristiandad
- fí*
■-M
f Si la Cristiandad ha de surgir, ello h a de
ser por una acción positiva del dinamismo
divino de la misma Iglesia que ha de alcan-
zar a las almas, a ja familia, a los grupos so-
ciales v ha de culminar finalmente en la vida
, pública y política de las naciones. Esta ac-
ción, reconstructiva del orden cristiano,
viene obrando desde los días amargos del
pontificado de Pió IX y lleva, día a día, un
ritmo ascendente, a través de los pontifica-
dos de León XIII, el Doctor de la nueva Cris-
tiandad, de Pío X, el Pontífice Santificador
de la misma y de Pío XI, su Pastor, quien
con. el movimiento de la Acción Católica
ha dado cima a esta acción restauradora.
Pero mientras la nación no sea cristiana, por.
mucho que se trabaje en el apostolado cató-
lico, no se habrá logrado nada en la tarea de
forjar la Cristiandad. Es decir, aue la Cris-
X ■*
• tíandad sólo comienza Cuando la vida cris-
tiana es tal que pasando de la acción indi-
vidual y de la acción social alcanza a influir
en la vida política de la nación, o sea en la
. marcha de la nación como tal.
• -Es necesario entonces, que las mismas'na-
dones se cristianicen. Cuando esto haya co-
52
menzado, la Cristiandad también estará co-
menzando a formarse. Y felizmente creemos
que esto ha comenzado. Y ha comenzado
por donde debía comenzar. Para demostrar-
lo expondremos una tesis que puede parecer
peregrina pero que es sin duda de extraor-
dinaria luminosidad histórica. Se refiere ella
al núcleo esencial de la Cristiandad o sea a
aquellas naciones que si son cristianas en su
vid?, misma de nación y se someten al impe-
no de Cristo, la Cristiandad estará inicial-"
mente forjada y sólo será cuestión de breve
tiempo para que se dilate de un confín al
otro de la tierra; pero mientras, una u otra,
no quieran someterse o rivalicen entre sí
neciamente, en disputas de supremacías, la
Cristiandad es imposible. Nos referimos a
España y Francia.
De la hipótesis que aquí expongo se des-
prende claramente que el genio de Francia
v el de España no se oponen sino que se
complementan, como en el orden natu-
ral lo femenino no se opone a lo masculino
sino, que lo completa y como en la teo-
logía católica no hay oposición entre las
diversas virtudes sino al contrario común
destino. Y así como tres son las virtudes
teologales, Fe, Esperanza y Caridad, sin las
- ««r» %Lztn>ztíl *3*5 a a
53
dilecto que Juan, así' en el orden de la Cris-
tiandad, nada más grande, por la compene-
tración de la vida cristiana, que Francia
cuando se entrega a Jesucristo y ninguna
nación tampoco más predilecta de la Iglesia
que la nobilísima nación de los franceses
(León XIII) .
Y así como en la candad culmina el pro-
ceso de la vida cristiana que se Inicia con la
re, en Francia ha culminado históricamente
la Cristiandad. Porque ha de quedar siempre
como la cima de la historia cristiana aquella
noche simbólica de la navidad del año 800,
en que el gran Papa León III puso, por vez
primera, sobre la frente de un monarca la
corona imperial. Era eí reconocimiento pú-
blico y solemne de la supremacía de la Rea-
leza de Cristo sobre todos los poderes de la
tierra. Y este monarca era Cari omagno,
quien encabeza sus famosas capitulares con la
inscripción oficial: Carlos, por la gracia de
Dios, soberano del reino de los Francos , de-
fensor y auxilio de la Sania Iglesia en todas
sus necesidades . En Francia culminaba en-
tonces la Cristiandad, como siglos después
con la monarquía perfecta de Luis, el Santo,
había de culminar el tipo perfecto de régi-
men temporal cristiano. En Francia llegan
56
a la- plenitud las realizaciones del cristianis-
mo porque la caridad de la cual es símbolo^
es verdaderamente su plenitud.
España y Francia
A España y Francia Ies cabe una voca-
ción especial ísirna en el concierto de las na-
ciones cristianas. Xo sólo por lo que llevamos
dicho sino también porque son ellas dos las
únicas que aún como unidades políticas fue-
ron forjadas por la Iglesia.
De España es un hecho reconocido que el
cristianismo llevado por 3a voz impetuosa
de Santiago y de Pablo, propagado por el
fuego de los siete varones apostólicos, Tor-
cuato, Cecilio, Eufrasio, Indalecio, Tesi-
íonte, Hesiquio y Segundo, fecundado por
.a sangre de los mártires, tan magnífica-
mente cantados por Prudencio, impregnó
primero el suelo español, forjó después un
pueblo uno y constituyó finalmente la uni-
dad del estado español, cuando Recaredo (y
su pueblo), el 8 de mayo del año 5 89, en la
ciudad de Toledo, abjuró la herejía arríana
y entró en el seno de la Iglesia, en presencia
del eran san Leandro.
Y la Cristiandad que con el bautismo del
rey de los francos se iniciaba en la historia
iba a sellar su plena realización cuando otro
rey de los francos, el gran Carlomagno, era
coronado como emperador romano por el
Papa León III.
La Iglesia, en documentos públicos, ha
expresado su testimonio de singular recono-
cimiento a ios grandes servicios prestados
por Francia a la Cristiandad. Y así León
XIII, en Nobilissima Gallorum gens del 8
de febrero de 1884, se expresa de esta suerte:
La nobilísima nación de los franceses por
las hazañas cumplidas en la paz y en la gue-
rra se ha hecho acreedora ante la Iglesia de
méritos y títulos de un reconocimiento in-
mortal y de una gloria que no se extinguirá.
Abrazando en buena hora el cristianismo
bajo la conducción de su rey Clodoveo tuvo
el honor de ser llamada Hija primogénita de
la Iglesia, testimonio y recompensa al mismo
tiempo de su fe y de su piedad. Desde aquel
tiempo y vuestros mayores , venerables her-
manúSy han sido como los colaboradores de
la divina Providencia en grandes y saludables
empresas. Pero sobre todo han señalado su
virtud ■defendiendo por todas partes el nom-
bre católico , propagando la fe católica entre
las naciones bárbaras, librando y protegien-
do los santos lugares de Palestina, de modo
que muy justamente se ha hecho proverbial
aquel dicho de los tiempos viejos: gesta DEI
PER FRANCOS.
Más reciente testimonio es el magnífico
discurso del entonces Eminentísimo Carde-
nal Pacellí, hoy S. S. Pío XII, en Notre
Dame de París , que más que una evocación
parece un prenuncio de la misión levanta-
dísima que todavía le está reservada a Fran-
cia en un porvenir próximo: "Porque aquí
— decía el Cardenal — es el alma misma
de F rancia, el alma de la hija primogénita de
la Iglesia la que habla a sus almas. Alma de
la Francia de hoy que viene a decir sus aspi-
raciones, sus angustias y su oración : alma de
la Francia de otro tiempo, que remontando
de las profundidades de un pasado catorce
veces secular, que evocando las Gesta Dei
per Francos , entre las pruebas lo mismo que
entre los triunfos, suena en las horas críticas
como un canto de noble fiereza y de imper-
turbable esperanza. Voz de Clodoveo v de
Clotilde, voz de Carlomagno, voz de san
Luis sobre todo en esta isla en la que parece
vivir todavía, y que ha adornado en la Santa
Capilla, con la más gloriosa y santa de las
61
brillar a lo lejos: be aquí por que han per-
dido su rango, be aquí por qué durante si-
glos están abajo y no en lo alto de la escala
política. Et jacú suvins subíer, et non
supra: quia peccavimus Domino Deo nos-
i ro , non abaudiendo voci ipsius 1 .
Largo sería referir los pecados de Fran-
cia. Baste enumerar los más graves. Peca
Francia contra la Cristiandad con Felipe el
Hermoso, en vísperas del Renacimiento;
peca con Francisco í, durante la Reforma, y
se alia con los Turcos en contra de Car-
los V, emperador cristiano; peca con la po-
lítica ''nacionalista” de Richelieu, quien
hiere de muerte a la Cristiandad, asestán-
dole un golpe en momento crítico, al com-
batir la causa de los Ausburgos de España
y de Austria, que entonces la representaban;
peca con los impíos factores de la Revolu-
ción Francesa que entronizaron los Derechos
del Hombre pisoteando los de Dios; peca
con el sacrilego Bon aparte, que atropella la
ciudad del Vicario de Cristo; peca con el
fanfarrón de Napoleón III, quien entrega
1. Estos son concepeos transcriptos, casi al pie de la
letra, de La obra, ya cireda. del famoso «iáenal Pie, ¡ns-
trúdion pavorde sur les rr?albeu rs ccíveds de la F sanee,
Caréme, 1S71.
Roma y los Estados Pontificios a la pirate-
ría italiana, recibiendo en paga Niza y
Sabova; peca, finalmente, con los impíos
políticos de la Tercera República, quienes
colman la medida de sus innumerables crí-
menes, prohijando Ja causa de los comunis-
tas que quieren aniquilar a España.
Pero estos pecados al provocar la deca-
dencia ae Francia y de la Cristiandad son
causa del engrandecimiento de Jas naciones
anticristianas, ñ' así Inglaterra, la herética
y mercantil, esta a la cabeza del mundo
desde hace más de un siglo. Y hoy son Pru-
sia, Rusia e Italia, las que disputan a Ingla-
terra la supremacía del mundo. España y
Francia van a remolque de uno u otro
bando.
Inmensamente doloroso y vergonzoso
para Francia, el reino cristianísimo, ha de
ser que el poderío de las naciones anticris-
.tknas haya sido alcanzado a expensas de la
Cristiandad que debió tutelar y extender.
No nos detendremos a examinar las cau-
sas. que han determinado la grandeza carnal
de Inglaterra y la culpa que de ello le cabe
a Francia y España. Pero es lógico pensar
que si Francia, en lugar de perturbar con
sus apetitos y con sus ideologías la vida del
a
Alfocutio Ciernen tis XI, 18 apnlis 1701).
Hace observar enseguida el Santo Padre,
cuán injurioso es a la Silla Apostólica este
hecho , cuín contrario a los Sagrados Cá-
nones y en virtud de ¡os cítales más bien el
príncipe herético debe ser destituido de sus
antiguas dignidades que ser honrado con
nuevas .
Añade después que para satisfacer eJ de-
ber de su cargo, ha denunciado a todos los
príncipes católicos, este atentado religioso,
previniéndoles de no ratificar de ningún
modo el título usurpado por dicho Mar-
qués y de no permitir que la venerable y
sagrada dignidad de los reyes, que debe ser
mirada como un beneficio singular de Dios
y que debe servir para sostén y ornamento
de la verdadera religión, veng 2 a desviarse
y a colocarse para su detrimento sobre la
cabeza de un príncipe no católico.
La historia ha revelado la gran perspica-
cia de Clemente XI, porque desde entonces
hasta hoy Prusía ha hecho sentir cada vez
con más fuerza su influencia en Alemania y
en Europa con grave detrimento de la Cris-
tiandad. Digamos más: constituyendo así
la tragedia de la Cristiandad.
Porque si en la Cristiandad Roma es el
6S
alma, si. España es como brazo fuerte (fue
detiene a los enemigos y difunde por el le-
jano occidente los beneficios de la fe, si
Francia es el logas , la palabra llena de 2mor,
Alemania es la voluntad, la acción, el brazo
secular, la espada al servicio de la Santa
Iglesia. Alemania ocupó una misión levan-
tada en la Cristiandad que supo llenar con
la gloria de Otón el grande y de san Enri-
que. Verdad es que el orgullo carnal de un
Federico Barbarroja y de un Enrique IV
quebrantaron grandemente la seguridad de
un imperio ya quebradizo, que no supo
comprender nunca la distinción de los dos
poderes con la primacía de lo espiritual;
pero el pueblo alemán con una abundancia
casi inagotable de grandes personalidades
trabajaba en todos los sectores de la activi-
dad humana con un admirable amor a la
Cristiandad en cuya cúspide se encontraba,
-v ' Como alemanes bajo el emperador y el
Imperio, se sentían distintos de las demás
naciones; pero bajo el señorío y protección
de la Iglesia universal, la conciencia de esta
diversidad, no producía una hostilidad na-
cionalista y mucho menos una enemistad
hereditaria, sino simplemente, una viva
emulación espiritual con los demás pue-
69
tan sus manos suplicantes a Alemania; la
propia providencia y el plan divino del
universo conjuran a Alemania para que
salve su honor v su existencia... En vos-
otros, oh alemanes, está el germen de la per-
fección humana y la esperanza de todo
progreso. Sí faltáis a vuestra vocación, si
perecéis, morirá con vosotros y para todo ei
género humano hasta la sombra de espe-
ranza de salvarse del abismo de su corrup-
ción... Por consiguiente, no hay lugar a
dudas: si perecéis, toda la humanidad pere-
cerá sin esperanzas de levantarse nunca”
(Discurso 14).
Estos delirios, por vez primera tan audaz-
mente expresados, no abandonarán ya los
cerebros de casi medía Alemania, con P rusia
a la cabeza. Y Alemania delirante iniciará-
entonces su unificación política y cultural
bajo la hegemonía del espíritu y del regi-
na en prusiano. Bismarck, ei canciller de
hierro, trabajará en. el sentido de estos pla-
nes hasta vencer a Austria en Sadowa, a
Francia en Sedán y ser vencido por Roma
en el fracasado Kulturkampf. Todo 1c no
germánico debía ser aniquilado. Austria
por representar la Alemania bajo la in-
fluencia cristiana, Francia como encarna-
72
ción de la cultura extranjera y los católicos
por su dependencia de Roma”.
Prusia entonces era definitivamente la
conductora' de la Gran Alemania. Y Euro-
pa, cuyo foco espiritual había sido Roma,
sentía ya que aquel Federico, Marqués de
Eran de burgo, iba a tomar las riendas del
mundo.
¿Quién tenía la culpa de ello? Francia,
la nación cristianísima, creadora con Car-
la magno del Sacro Imperio Romano, la lla-
mada a las hazañas para la grandeza de la
Cristiandad, que desde hacía varios siglos,
olvidada de su destino, venía trabajando en
'pequeña política nacionalista”, de la que
Rl chelieu fue gran maestro, como lo ha de-
mostrado admirablemente Hilaire Belioc.
Y esta culpa de Francia no podia quedar
impune. Los hechos más recientes han ve-
nido a comprobar la exactitud de lo que yo
escribía en Criterio el 8 de marzo de 1938:
"Pero en su propio pecado tiene y ha de
tener sobre todo Francia su propio castigo.
El pecado que cometió Felipe el Hermoso
contra el Gran Bonifacio VIII; el pecado
que cometió Richelieu al valerse del pro-
testantismo naciente para aniquilar el po-
derío de la Cristiandad, representada por
73
• ■> ■ ■'<■■■ ***
tíficamente prusiano. Ha surgido de mu-
cho más abajo. Tiene un carácter popular,
proletario, Que es todo lo contrario del es-
píritu prusiano, espíritu jerárquico, y mo-
nárquico, de clase y de casta I? (Gonzague
de Reynold, ¿De dónde viene Alemania ?) .
Pero precisamente el valor del hitlerismo
y su gravedad estriba en la medida en que
prescindiendo de moldes prusianos ha reali-
zado el gran sueño prusiano. Porque si ha
arraigado en todas las provincias alemanas,
y en todas las capas sociales, aun las popula-
res, con un método de organización y una
tenacidad prusiana y con un programa en lo
esencial también prusiano, es a saber, la con-
quista de la unidad monástica alemana para
la conquista y dominación del mundo, lo ha
conseguido en la medida en que ha sabido
prescindir del espíritu de casta de la dinas-
tía prusiana. El hitlerismo ha comprendido
y por ello ha triunfado, que la causa alema-
na debía prevalecer sobre los intereses de los
Hohenzollern y que sólo podría triunfar el
gran Reich cuando aquéllos, como semilla
que sólo es fecunda cuando muere, desapa-
recieran. Porque así como el fracaso de los
Hohenzollern obedecía a que subordinaban
a su causa la causa de Alemania, así el éxito
76
‘ del hitlerismo se debió a que en beneficio de
ésta rué aquélla sacrificada.
Por esto en el hitlerismo lo prusiano ha
alcanzado categoría alemana.
Mirando los acontecimientos históricos
con visión profunda que llegue hasta su
raíz, visión suprapoíítica que sólo un modo
teológico puede proporcionar, el hitlerismo
representa en Alemania, y por io mismo en
Europa y en el mundo, el último y defini-
tivo esfuerzo de Satanás por afirmarse en
los pueblos paganos antes de ser definitiva-
mente desalojado. En. Los tres pueblos bí- :>
blicos hemos indicado los principios de esta
tesis que ahora puede ser comprendida
mejor.
Prusia, el único rincón de Europa que
no ha sido evangelizado y que por lo tanto
no ha podido apostatar de la fe cristiana, —
único refugio pagano a través de veinte si-
glos cristianos — , logra con el hitlerismo la
dominación de Alemania y de Europa, y
amenaza con la dominación mundial. Es
el esfuerzo del diablo contra ía predicación
universal del Evangelio que está a punto de
verificarse, según aquella palabra de Cristo:
Y será predicado este Evangelio del reino
por todo el mundo, en testimonio a todas
77
mereció el titulo de Defensor Fidei que
aún ostentan en su escudo los soberanos
británicos.
La misión de Inglaterra en la historia
debió ser la evangelización y defensa de la
Cristiandad, sobre todo frente a los desva-
rios germánicos. De aquí que pueda inter-
pretarse como un juego de Dios, que se
burla de las necedades de los hombres, el
que Inglaterra, puesta ahora en trance su-
premo por la rivalidad de su pupilo cristia-
no, después de haber estado entregada du-
rante. años a una insaciable piratería, se
sienta baluarte de la civilización cristiana
amenazada por el hitlerismo.
En el juego divino del gobierno de las
naciones, pudiera ser que lo fuera. Porque
así como el hitlerismo trabaja para la Cris-
tiandad cuando derriba todo un munao
anticristiano, burgués, liberal, mercantil y
capitalista, cuyo eje es Inglaterra; asi tam-
bién Inglaterra puede trabajar a pesar suyo,
para el mismo fin, cuando constituye, en
la lucha contra el temible poderío germá-
nico — forjado a espaldas de la Cristian-
dad — el obstáculo contra el cual éste se
deshace.
80
-I CV^-V ' <'
. Porque Dios está dando su respuesta a
las naciones que se han embravecido contra
Cristo y su Iglesia;
La PURIFICACIÓN' DE ESPAÑA Y FRANCIA
Sea ello como fuere, lo que consuela
grandemente los corazones cristianos es el
espectáculo de que en el momento culmi-
nante del poderío de las naciones anticris-
tianas y cuando ellas se encuentran, trabadas
en lucha totalitaria, las naciones cristianas,
pecadoras, son sometidas a purificación por
los pueblos que ellos, en sus extravíos, le-
vantaron. Ó asi se cumple aquel modo ma-
ravilloso con que obra la providencia en el
gobierno de los pecadores, según el libro de
la Sabiduría (XI, 17 ) que las cosas en que i
uno peca , por las mismas es también aíor - \
mentado - i
España ha comenzado su doloroso cami-
no ae purificación con la espantosa guerra
que, como he indicado en diversas
oportunidades, señala el primer paso en el
L.amjno de la Restauración de la Cristian-
dad, España, bajo el Caudillo, comienza a
ser cristiana. No significa esto, como algu-
v-i - - VI'' " "
pueblo de .. Europa no sometido aún a Je-,
su cristo. San Juan Bcsco resume así un sue-
ño profetice que tuvo sobre el triunfo de:
la ígl esía: 'Vendrá una revolución. Habrá
apostadas en los doctos y en los ignorantes..
La Pmsia se convertirá. Oran victoria de.
la Iglesia. Gran triunfo del Papa. (Memo-
rias Biográficas deí venerable don Basco,
tomo IX. pág. S28).
Después de estos tres grandes pueblos,
una a una, irán entrando las naciones en la
' Cristiandad. El dolor purificará los hom-
: .p i : , i ■ _ _yendo en el] s todo
lo que no es salvable y haciendo brillar
, todos los vJores cristianiza- le..
En el dolor de la peste descubrirá el
ho~c“e el valor de ‘a p-opr' substancia,
subordinando los egoísmos individuales al
ukü s^grav-o us Es hips, qu co r
educados por tercero unqu _, 1 E"
sino p'U sus ^.n u d^ri**
hambre, sufrido por una sociedad que con-
fió la providencia de la vida a una organi-
zación raercantilista, le descubrirá el valor
de T trabajo y del trabajo de ri tierra, que s
ma ie t vx s Ms bienes; y en ti ^ Dr Q
la guerra, que destruye rodos los rizos hu-
manos, E d scubrirá el gran valor d~ *
d -m y -
• •
V'
V*jr»T. r
' ■ v- - i
ÑA
'rz& :
~ m -j: rr>.T« ■ ^ _
dm\vy:ó
r~'?*sLA a
propia patria,- en cuyas aras deben sacrifi-
carse todos los otros intereses secundarios.
Ú como no 'hay familia, m trabajo, ni
patria donde no está Dios, el hombre des-
cubrirá con. todas las fuerzas de su ser a
Dios que se ha hecho hombre.
'■ Así se reconstituirán las naciones en sus
..fronteras propias "y con sus propios des-
pinos.
Pero para que haya paz será menester
glgo más, esto es, el reconocimiento de un
bien supr anacional, aún en el orden tem-
po T . P que ati como las familias y gru-
pos particulares han de subordinar todos sus
intereses ti b’en mis alto e la nación, así
éstas, una vez., tvnstituída c u ni I,
deben, subordinarse al bien espiritual de la
Iglesia de Cristo y aú__ a_ bi t rnp r
suprauacicual. P_r ,u „ .... r tibu ti „v,
surge un "Nuevo Carlomag ti'’ qu ema-
nando el orden de las naciones promueva
él bienestar universal temporal y ponga su
espada al servicio del Jerarca de Cristo.
-M
El orgullo ha dividido las razas con la di-
versidad de las lenguas; es menester que la
caridad las vuelva a unir. Procedentes de •
un mismo hombre, unidos por ei origen, el
orden natural pide que todas las ' naciones -
vivan unidas por la fe y la caridad: Uno
es el poseedor del universo, y las cosas po-
seídas deben también congregarse en la
unidad”.
Y hoy, el Vicario de Cristo, felizmente
reinante S. S. Pío XII, sobre un mundo, des-- '
garra do por Ja guerra, se levanta como he- ■
raido de paz y recuerda las condiciones de •
esta unidad.
Enseñados precisamente por el • doloroso ■
- fracaso de los expedientes humanos para ale - ••
jar las tempestades que amenazan arrollar la -
civilización en su torbellino, muchos dirigen ■■■
su mirada con renovada esperanza a la
Iglesia y roca de verdad y de amor, a esta
Cátedra de Pedro, que saben ellos puede -
devolver al género humano aquella unidad
de doctrina religiosa y de código moral que
en otros tiempos dió consistencia a las re-
laciones pacíficas entre los pueblos.
’ rr Unidad a la que miran con ojos de nos-
tálgica añoranza tantos hombres respon-
sables de la suerte de las naciones, que ex-
perhnentan diariamente cuán vanos son los
medros en que un día cifraran su confian-
za; unidad que ansian multitudes tan nu-
merosas de nuestros hijos que invocan dia-
riamente al Dios de paz y de amor; uni-
dad que anhelan tantos- espíritus nobles,
alejados de nosotros, que en su hambre y
sed de justicia vuelven sus ojos a la Sede
. de Pedro esperando guía y consejo
Quizá pronto, después que los pueblos
, sean, amansados con infinitas tribulaciones,
se vuelvan los príncipes de este mundo a
Ped ro, Vicario de Jesucristo y, en nombre
de sus pueblos, le digan: ¡Señor, dadnos la
paz! Dadnos el .reino de Cristo, a reino de
verdad y de vida, reino de santidad y de
gracia; reino de justicia, de amor y de- paz .
Dadnos el imperio cristiano.
Dos imperios cristianos, o mejor, dos es-
bozos de cristiandad ha conocido la historia:
la bizantina de Constantino y la romano-
: germánica de Carlomagno. Ambas, imper-
. fectas, han desaparecido y, en cierto sen-
tido, han fracasado. Han fracasado por-
que, en la práctica, han desconocido el
gran misterio de Encarnación, o sea de Je-
’ sucristo, Dios, hecho hombre, del rr único
y ei mismo Cristo, Hijo unigénito de Dios ,
88
Este hhro,
se acabó de imprimir
en Buenos Aires,
en casa de
Francisco A. C o lomba,
el día 2jde noviembre
de